Me encontraba
hace unos días leyendo un artículo de opinión, escrito nada menos que por Boris
Izaguirre, en el cual, con un tono sarcástico e irónico que tanto caracteriza a Boris, se hablaba de la boda de la duquesa de Alba.
Cayetana,
Cayetana, queridísima duquesa, … ¿Realmente te crees merecedora de tener tantos
títulos?
Ante estos
tiempos de crisis económica, de mercados desatados que mandan por encima de
naciones, en tiempos donde el índice de suicidios aumenta y nuestros políticos
corren a tapar estas informaciones, la gente se refugia en la boda de una
duquesa.
Me parece
lamentable la actitud del pueblo español, como me ha venido dando vergüenza
cuando estudiaba la historia de nuestro país, el pueblo español daba un paso y
la Iglesia y la monarquía se encargaban de que diesen cuatro hacia atrás. Esa
historia ya nos la sabemos de memoria, aunque todavía hoy en día existan estos
dos magnates, que no hacen nada por el pueblo.
Pero no me iré
por las ramas con mi sentimiento republicano y ateo, y me centraré en la boda
de Cayetana de Alba, otro día trataré esos temas.
El problema
aquí esta en el pueblo. En lugar de salir a la calle a protestar contra la corrupción
bancaria y política, prefiere quedarse tranquilo en su sofá, viendo por
televisión la retransmisión de la boda de nuestra ilustre duquesa. . La boda de una mujer que no ha hecho nada por
mejorar esta sociedad, haciendo ostentación de sus bienes, heredados de su
privilegiada familia desde tiempos inmemoriales.
La
actitud del típico “españolito”.
Lo que ocurre es que este “españolito”
quiere huir de la realidad, como si de una droga se tratase, y no afronta su realidad
como ciudadano de a pie. Su realidad es que en breves ya no tendrá su
televisión, porque la habrá vendido para poder comer, perderá su cómodo sofá, y
a una de malas, le arrebatarán la casa esos banqueros a los que él tanto
ignora.
Pero
tranquilos, nuestra honorable, queridísima, amada y respetada
duquesa se casa y ella va a ser feliz, y no hay nada más importante en esta
vida que alegrarse por la felicidad de una persona que vive del cuento.
Más tarde,
cuando vayamos a la oficina de empleo, debemos recordar que si salimos de allí
sin ningún trabajo, no pasará nada, porque siempre podremos intentar conseguir
un hueco entre las inmensas hectáreas que posee la duquesa, ya sea como chófer,
sirviente o jardinero.
Como pueblo,
ante todo no debemos de olvidar que la felicidad y el bienestar de los “señoritos” va por delante de nuestra
felicidad y bienestar colectivo.
Mediante esta
actitud conseguiremos, para variar, otro retroceso
histórico, como viene dándose desde tiempos
feudales.
Si no gritamos hoy, que nadie llore mañana.
Joan Soler.