sábado, 11 de agosto de 2012

El nuevo duque consorte.

Me encontraba hace unos días leyendo un artículo de opinión, escrito nada menos que por Boris Izaguirre, en el cual, con un tono sarcástico e irónico que tanto caracteriza a Boris, se hablaba de la boda de la duquesa de Alba.

Cayetana, Cayetana,  queridísima duquesa, …  ¿Realmente te crees merecedora de tener tantos títulos?

Ante estos tiempos de crisis económica, de mercados desatados que mandan por encima de naciones, en tiempos donde el índice de suicidios aumenta y nuestros políticos corren a tapar estas informaciones, la gente se refugia en la boda de una duquesa.

Me parece lamentable la actitud del pueblo español, como me ha venido dando vergüenza cuando estudiaba la historia de nuestro país, el pueblo español daba un paso y la Iglesia y la monarquía se encargaban de que diesen cuatro hacia atrás. Esa historia ya nos la sabemos de memoria, aunque todavía hoy en día existan estos dos magnates, que no hacen nada por el pueblo.

Pero no me iré por las ramas con mi sentimiento republicano y ateo, y me centraré en la boda de Cayetana de Alba, otro día trataré esos temas.

El problema aquí esta en el pueblo. En lugar de salir a la calle a protestar contra la corrupción bancaria y política, prefiere quedarse tranquilo en su sofá, viendo por televisión la retransmisión de la boda de nuestra ilustre duquesa..  La boda de una mujer que no ha hecho nada por mejorar esta sociedad, haciendo ostentación de sus bienes, heredados de su privilegiada familia desde tiempos inmemoriales.

La actitud del típico “españolito”.      


           Lo que ocurre es que este “españolito” quiere huir de la realidad, como si de una droga se tratase, y no afronta su realidad como ciudadano de a pie. Su realidad es que en breves ya no tendrá su televisión, porque la habrá vendido para poder comer, perderá su cómodo sofá, y a una de malas, le arrebatarán la casa esos banqueros a los que él tanto ignora.

Pero tranquilos, nuestra honorable, queridísima, amada y respetada duquesa se casa y ella va a ser feliz, y no hay nada más importante en esta vida que alegrarse por la felicidad de una persona que vive del cuento.

Más tarde, cuando vayamos a la oficina de empleo, debemos recordar que si salimos de allí sin ningún trabajo, no pasará nada, porque siempre podremos intentar conseguir un hueco entre las inmensas hectáreas que posee la duquesa, ya sea como chófer, sirviente o jardinero.

Como pueblo, ante todo no debemos de olvidar que la felicidad y el bienestar de los “señoritos” va por delante de nuestra felicidad y bienestar colectivo.

Mediante esta actitud conseguiremos, para variar, otro retroceso histórico, como viene dándose desde tiempos feudales.

Si no gritamos hoy, que nadie llore mañana.


Joan Soler.